1. EN EL HOGAR
La mayoría de los casos de maltrato infantil, ocurre dentro de la familia. Cuando la familia tiene vínculos estrechos con otros parientes, como los abuelos, la condición de un niño puede salir a la luz por la intervención de estos. El abuso sexual y el maltrato físico se revelan al médico general o al pediatra. El maltrato emocional rara vez se presenta de este modo, en gran medida porque surge la duda acerca de la persona apropiada para brindar ayuda.
Aquellos profesionales que visitan familias, como trabajadores de salud y trabajadores sociales, pueden sospechar el maltrato infantil, pero rara vez son elegidos para confiarles tal revelación; casi siempre visitan hogares porque surgen preocupaciones iníciales sobre las aptitudes de los padres dentro de la familia.
Tales padres muchas veces provienen de hogares en los que se abusó de ellos; ven a los especialistas como adversarios más que como un apoyo, ya que a sus colegas los recuerdan en asociación con las tensiones de su propia infancia.
2. EN LA CLÍNICA O GUARDERÍA
Los niños menores de cuatro años de edad asisten con frecuencia a revisiones físicas y de crecimiento. Cuando se les cría en un entorno con carencias, es posible que se les coloque en una guardería. La cuidadosa observación de estos niños puede llevar a la detección del maltrato infantil, pero nunca resulta fácil decidir cuándo el desarrollo de un niño se ve comprometido como consecuencia del maltrato.
Cuando hay lesiones no accidentales resulta menos difícil, pero dichos casos constituyen una minoría.
3. EN LA ESCUELA
El abuso en niños en edad escolar origina problemas para el reconocimiento del maltrato.
Los maestros dedican mucho de su tiempo y sus habilidades en ganar la confianza del alumno y esto requieren hacer amistad con ellos. Mientras mayores son los niños, se tornan más reservados acerca de sus cuerpos; de ahí que la enfermera escolar y el médico del colegio tengan una importante responsabilidad en el reconocimiento de la evidencia física del maltrato. Aunque los maestros son los primeros en sospechar del abuso, nunca resulta fácil observar lesiones físicas cuando los niños se mudan de ropa. El comportamiento de los menores, sin embargo, sigue patrones relacionados con la edad y con los que el maestro está familiarizado. El comportamiento anormal o divergente puede ser un síntoma más importante del maltrato infantil y el maestro es el profesional mejor ubicado para sospecharlo.
La mayoría de los casos de maltrato infantil, ocurre dentro de la familia. Cuando la familia tiene vínculos estrechos con otros parientes, como los abuelos, la condición de un niño puede salir a la luz por la intervención de estos. El abuso sexual y el maltrato físico se revelan al médico general o al pediatra. El maltrato emocional rara vez se presenta de este modo, en gran medida porque surge la duda acerca de la persona apropiada para brindar ayuda.
Aquellos profesionales que visitan familias, como trabajadores de salud y trabajadores sociales, pueden sospechar el maltrato infantil, pero rara vez son elegidos para confiarles tal revelación; casi siempre visitan hogares porque surgen preocupaciones iníciales sobre las aptitudes de los padres dentro de la familia.
Tales padres muchas veces provienen de hogares en los que se abusó de ellos; ven a los especialistas como adversarios más que como un apoyo, ya que a sus colegas los recuerdan en asociación con las tensiones de su propia infancia.
2. EN LA CLÍNICA O GUARDERÍA
Los niños menores de cuatro años de edad asisten con frecuencia a revisiones físicas y de crecimiento. Cuando se les cría en un entorno con carencias, es posible que se les coloque en una guardería. La cuidadosa observación de estos niños puede llevar a la detección del maltrato infantil, pero nunca resulta fácil decidir cuándo el desarrollo de un niño se ve comprometido como consecuencia del maltrato.
Cuando hay lesiones no accidentales resulta menos difícil, pero dichos casos constituyen una minoría.
3. EN LA ESCUELA
El abuso en niños en edad escolar origina problemas para el reconocimiento del maltrato.
Los maestros dedican mucho de su tiempo y sus habilidades en ganar la confianza del alumno y esto requieren hacer amistad con ellos. Mientras mayores son los niños, se tornan más reservados acerca de sus cuerpos; de ahí que la enfermera escolar y el médico del colegio tengan una importante responsabilidad en el reconocimiento de la evidencia física del maltrato. Aunque los maestros son los primeros en sospechar del abuso, nunca resulta fácil observar lesiones físicas cuando los niños se mudan de ropa. El comportamiento de los menores, sin embargo, sigue patrones relacionados con la edad y con los que el maestro está familiarizado. El comportamiento anormal o divergente puede ser un síntoma más importante del maltrato infantil y el maestro es el profesional mejor ubicado para sospecharlo.